Algunas palabras quieren escaparse, soltarse y dejarse caer justo donde puedan dejar su esencia impregnada. Así, librándose de viejos óxidos y cáscaras frías pueden arrastrarse entre los colores y sonidos huérfanos que habitan detrás del papel.

 

Otras, más tontas, solo saben perderse entre pasillos de niebla y construir laberintos intangibles de luces oscuras. Miopes, se tambalean rozando la brisa que se escurre por las grietas que las otras abrieron y se olvidan de sentir el ruido apagado que las envuelve.

 

Tímidas y cobardes, intentando trepar pozos infinitos, buscan simetrías y levantan rectas bobas, barrotes de su propia cárcel.

 

Las primeras, egoístas, quizás mañana entenderán que así, solas, no pueden huir, que la superficie siempre las alcanza, y que con su contraste, las aplasta.

 

 

 

 


 

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