Sorpresas y un experimento interesante...

                 

         No recuerdo precisamente cuando fué, si fueron los saltos de pollo en el dique de Moreno, o fueron comentarios de otros parapentistas, pero de a poco fui entendiendo que para hacer dinámica era imperiosamente necesario un pronunciado y alargado desnivel, y en caso de escasear estas geografías, debían ser compensadas por un viento, que a veces, se encuentra demasiado cercano a los limites que pueden penetrar nuestras aeronaves, con todo lo que esto conlleva.

        

         Sin embargo, algo no me cerraba. Entiendo las no sutiles diferencias que me separan de las hábiles gaviotas, pero al verlas cómodamente planear sobre la costanera de Miramar, apoyadas placidamente sobre el suave colchón de aire que las sustenta, no podía evitar la imperiosa necesidad de querer acompañarlas en su gozoso recorrido. Sin tener del todo claro si podría hacerlo, admitiendo la escasa altura de 4 metros del paredón que separa la playa del resto de la ciudad, me dispuse al menos a intentarlo, sabiendo que en peor de los casos, se trataría tan solo de un salto de pollo hacia la arena debajo de mi. El viento no era para nada fuerte, sin embargo estaba bien enfrentado a la línea de costa. Luego de acercarme al escueto precipicio entendí que necesitaría hacer uso de un buen recorrido de mis frenos; y así fue como, inmediatamente después de hacerlo pude acomodarme en mi acolchonada silla varios metros por encima de mis expectativas. Evidentemente es un vuelo que requiere un pilotaje más atento que Acantilados o Playa Serena, pero definitivamente valió la pena intentarlo, si más no fuera para saber que puede realizarse.

 

         Lo interesante, es que en el dique de Moreno, con casi 20 metros de desnivel y viento fuerte, no pude nunca encontrar la manera de mantenerme en aire, en cambio en la costanera de Miramar, con viento suave y 4 metros de altura, pude sentarme cómodamente en mi silla y disfrutar de un vuelo de media hora. Evidentemente la inclinación de la pared es por mucho, la variable mas importante.

 

         Para terminar, voy a relatar un experimento que realizamos en las playas alejadas de Miramar en un día que la dirección del viento no permitía hacer cosas más rutinarias. Haciendo uso de una soga de 100 metros y un típico cuadriciclo improvisamos una torneada suave siguiendo la línea de la costa. Teniendo en cuenta la rusticidad de nuestro sistema, extremamos todas las medidas de seguridad para asegurar un ascenso tranquilo y manejable. El resultado superó cualquiera de nuestras expectativas: un ascenso suave y constante, de hecho, considerablemente más estable que en un torno común.

 

Además de aprender un poco más sobre todas estas cuestiones, pudimos extraer una interesante conclusión del experimento:

 

Si se le agregara un tramo de algunos metros de soga flexible a este tipo de tornos, ésta podría absorber gran parte de las irregularidades que se producen durante un ascenso típico, y que, en el caso del torno móvil son atendidas constantemente por el controlador a través del freno. Más aún, no nos queda del todo claro, porque no todos los tornos poseen este tramo flexible, que además de facilitar la tarea del controlador posiblemente permitiría ascensos más suaves amortiguando todos los cambios bruscos de tensión en la soga. Por ejemplo, los primeros metros de ascenso, que justamente son los mas críticos, muchas veces están plagados de pequeñas abatidas y distensiones de la soga, puesto que (además de otras variables) los tiempos de reacción del que vuela y del controlador tienen sus propias limitaciones. Sin embargo el tramo flexible, al menos en teoría, debería absorber automáticamente parte de la energía cuando la soga se tensa demasiado, para luego entregarla lentamente al parapente en su ascenso.

 

Hernán Di Lorenzo.


* Extracto de un mensaje enviado al Foro de Parapente en Argentina.

 

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